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Totolapan (1534). Detalle central de la fachada


Ocuituco fue la primera fundación agustina en el Nuevo Mundo, la segunda fue Totolapan. Aquí vemos la parte central de la fachada del que fue segundo destino de evangelización agustina; el edificio tiene algunos elementos en común con todos los que se encuentran al sur de la ciudad de México (Yecapixtla, Malinalco, Tlayacapan, etc.) Pero algunas cosas han quedado modificadas porque este conjunto conventual ha tenido muchas reconstrucciones. Su fachada es de un sólo cuerpo, rematado por un rosetón, como el de Yecapixtla, Molango o Atotonilco de Tula. Como el conjunto de Tlayacapan, y muchos otros, este primer cuerpo se prolonga con un rectángulo que simula un entresuelo (al centro del mismo se encuentra una figura petrea). Rematan a las dos columnas sendos pináculos coronados por esferas. Lo distingue del resto de los conventos agustinos de la zona el hecho de que su fachada ha sido toda cubierta de aplanado, lo cual le de un aspecto parecido al de las fachadas de estuco, muy usadas durante el siglo XVIII; no obstante, como todos los de la región, la humedad, el musgo y el liquen han enegresido ciertos lugares, y esto se puede ver a simple vista. Con un poco de imaginación, podemos ver en nuestras mentes este muro, ahora pintado y repellado, en sus piedras vivas --como vemos en las fotos de los otros conventos--, blanco grisaseo y en ciertos lugares enegrecido por la lluvia y el tiempo, y entonces las semejanzas se harán más patentes (en la actualidad este convento está en poder de los franciscanos).

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Tlayacapan (1554). Fachada, portal del convento a la izquierda y contramuralla a la derecha.

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Acolman (1539). Fachada del templo, capilla abierta y portal del convento

Sin lugar a dudas el convento de Acolma es la más importante obra representativa del arte plateresco en América. Excesivo y sobrio a la vez es este convento, uno de los monasterios agustinos más rico y mejor conservado que existe en nuestro país. Su fachada plateresca casi raya en el exceso barroco. Es uno de los conjuntos más llamativos del estado de México por su tamaño y diseño arquitectónico. Fue construido por los frailes agustinos entre 1539 y 1560 siguiendo el estilo de fortaleza tan característico del siglo XVI. Su fachada, al fondo de un gran atrio cuadrangular, se compone de la portada del templo rematada por una modesta espadaña, comparada con la de siete arcos de Metztitlán, y una capilla abierta anexa y la portería del convento. La portada constituye uno de los ejemplos más admirables de la arquitectura plateresca de la época, por la belleza tanto de sus columnas y de los detalles decorativos en el friso y en el arco de la puerta, como de las esculturas que r

Metztitlán (1577). Primer cuerpo, ventana del coro y espadaña

La perfecta armonía entre el plateresco y el renacimiento se concretizan en esta fachada. Sobriedad renacentista, representada en el primer cuerpo de la fachada (que reproduce el esquema de una puerta romana) y grácil pasamanería del decorado de las jambas. La grandeza y sobriedad de la construcción no hay que exaltarla, por sí misma se destaca. Un guiño del renacimiento al plateresco representa ese listón anudado al centro de las cuatro sobrias columnas renacentistas, que enmarcan los nichos de San Pedro y San Pablo. La influencia de Acolman en esta fachada es evidente, pero como creación artística original, anda por su propio camino: lo que es exceso plateresco en el convento del Estado de México, aquí es equilibrio y contención. Pero el niño Dios y los ángeles músicos que le custodian tienen un claro antecedente en Acolman. No hay dudas que los constructores de uno y otro son los mismos, sin embargo, el trabajo en el Estado de México es una asimilación de la técnica europea (el ant