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Atotonilco el Grande (1535). Primer y segundo cuerpo de la fachada



Al norte de la ciudad de México se construyeron una gran cantidad de coventos agustinos, entre estos se guarda una gran afinidad (así como los del sur entre ellos mismos). En estos conventos predominan los elementos renacentistas y platerescos con mayor claridad; la fábrica es menos primitiva y el sentido de lo bello estético tenía un papel importante; también, con frecuencia, se sabe el nombre del frayle arquitecto. Este convento de Atotonilco (en el estado de Hidalgo) ha tenido muchas modifciaciones, no obstante conserva mucho de sus líneas primigenias. Aqui podemos ver la fachada del templo y del convento. El convento fue construido por Fray Juan de Sevilla, quien antes había sido superior de Metztitlán, en los años de 1542 y 1562. Los principales creadores de este conjunto fueron fray Juan de Sevilla y fray Antonio de Roa. la fachada es de dos cuerpos, el primero tiene dos pares de columnas de orden corintio de un depurado estilo renacentista adosadas al muro y flanqueando la puerta, que está enmarcada con un arco de medio punto. Flanquean el arco dos medallones con la figuras de San Pedro y San Pablo en alto relieve. El segundo cuerpo de la fachada se encuentra muy deteriorado, pues a raíz de un cañoneo durante la Revolución de 1910 se destruyó buena parte de él; éste se conformaba con seis pilastras adozadas al muro, semejando columnas de orden corintio y con dos nichos a cada unos de los lados. Fianlmente se encuentra, como un tercer cuerpo la ventana del coro, también muy deteriorada.

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Tlayacapan (1554). Fachada, portal del convento a la izquierda y contramuralla a la derecha.

Aquí podemos ver la fachada del templo de Tlayacapan, muy sobrio, como todos los del sur pero impresionante por sus dimensiones. Semioculto, se ve a su izquierda la arquería del portal del convento. El conjunto tiene dos elementos arquitectónicos muy originales, que lo hacen diferente: Uno, la capilla abierta queda incluida en el conjunto de la arquería del portal; Dos, el conjunto conventual queda a la izquierda del que mira, mientras que todos los otros que he comentado arriba se encuentran a la derecha. Otro elemento original son los contrafuertes de la iglesia: son tan anchos como una contramuralla perpendicular al muro que sostiene. En esta foto se puede ver buena parte de el primero, a la derecha.

Acolman (1539). Fachada del templo, capilla abierta y portal del convento

Sin lugar a dudas el convento de Acolma es la más importante obra representativa del arte plateresco en América. Excesivo y sobrio a la vez es este convento, uno de los monasterios agustinos más rico y mejor conservado que existe en nuestro país. Su fachada plateresca casi raya en el exceso barroco. Es uno de los conjuntos más llamativos del estado de México por su tamaño y diseño arquitectónico. Fue construido por los frailes agustinos entre 1539 y 1560 siguiendo el estilo de fortaleza tan característico del siglo XVI. Su fachada, al fondo de un gran atrio cuadrangular, se compone de la portada del templo rematada por una modesta espadaña, comparada con la de siete arcos de Metztitlán, y una capilla abierta anexa y la portería del convento. La portada constituye uno de los ejemplos más admirables de la arquitectura plateresca de la época, por la belleza tanto de sus columnas y de los detalles decorativos en el friso y en el arco de la puerta, como de las esculturas que r

Metztitlán (1577). Primer cuerpo, ventana del coro y espadaña

La perfecta armonía entre el plateresco y el renacimiento se concretizan en esta fachada. Sobriedad renacentista, representada en el primer cuerpo de la fachada (que reproduce el esquema de una puerta romana) y grácil pasamanería del decorado de las jambas. La grandeza y sobriedad de la construcción no hay que exaltarla, por sí misma se destaca. Un guiño del renacimiento al plateresco representa ese listón anudado al centro de las cuatro sobrias columnas renacentistas, que enmarcan los nichos de San Pedro y San Pablo. La influencia de Acolman en esta fachada es evidente, pero como creación artística original, anda por su propio camino: lo que es exceso plateresco en el convento del Estado de México, aquí es equilibrio y contención. Pero el niño Dios y los ángeles músicos que le custodian tienen un claro antecedente en Acolman. No hay dudas que los constructores de uno y otro son los mismos, sin embargo, el trabajo en el Estado de México es una asimilación de la técnica europea (el ant