En 1550 se inició la construcción del convento y la iglesia dedicados a San Miguel Arcángel por fray Andrés de Mata, el mismo que levantó el conjunto de Actopan. La portada muestra finos relieves de cantera rosa. Este convento, junto con el de Actopan y el de Acolman, es muestra de un arte refinado y culto, perfecto en sus formas y proporciones, depurado de improvizaciones y de gran valía. Estos tres conventos son muestra del mejor plateresco que fue traído a América. En este conjunto, y en los otro dos, se reúnen con armonía los tres elementos estilísticos básicos del plateresco: el gótico, el románico y el renacentista. Lo que más se destaca en esta fachada son los elemtos renacentistas, mientras que lo gótico y lo románcio se hace pantente al interior del templo y el convento. La fachada está formada de un cuerpo; se destaca en primer término las cuatro columnas de estilo corintio, en medio de cada par se colocó un nicho; al centro, se encuentra un arco doble de medio punto, la parte exterior del mismo tiene la piedra clave decorada con un tema floral. Las piedras que forman la dovela de este arco están decoradas con temas florales y de rostros alados que se suceden alternadamente. Circunda este arco el listón en espiral, símbolo de la dignidad regia y alusión al patrono y mecenas de la evangelización: el rey. Las enjutas, a la altura de los capiteles de las columnas centrales, se decoraron con escudos de la orden de San Agustín.
Las columnas simulan sostener el entablamento, el cual está construido con los tres elementos fundamentales de la arquitectura clásica greco-latina: arquitrabe, friso y cornisa. El inferior (el arquitrabe) está formado por tres cintas de forma piramidal invertida; el siguiente (el friso) está ricamente decorado con figuras de rostros alados, grutescos y escudos noviliarios; finalmente la cornisa en forma piramidal invertida se decora en su parte alta con cubos que simulan los extremos de las vigas que habrían de sostener el tejado. Por encima del entablamento las columnas se prolongan en pináculos rematados por discos como espejos y, sobre éstos un mechón. Este mecha o mechón será el tema que se habrá de repetir por todas partes y que le da sentido de unidad y gracia refina; lo encontramos en los nichos laterales, en la parte superior de la ventana del coro y en las ménsulas invertidas de la parte inferior de la misma ventana.
La ventana del coro se encuentra enmarcada por un arco de medio punto con la piedra clave decorada con temas vegetales, la flanquean dos columnas de orden corintio abalaustradas (es decir con decoraciones tipicamente platerescas). Por encima de las columnas vemos un nuevo entablamento con arquitrabe, friso y cornisa; por encima de éste el frontón triangular que imita un techo de dos aguas, como eran los techos de los templos griegos y latinos. Finalmente, por encima del frontís se encuentran tres pináculos con sus mechones respectivos. A cada uno de los costados se encuentran escudos noviliarios con temas simbólicos de los pueblos indigenas otomíes de la región de Ixmiquilpan y quienes fueron los que construyeron el conjunto conventual y a quienes iba dirigida la evangelización. Estos escudos simulan estar sujetos por una cuerda y ésta es sostenida por las fauces de un felino.
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