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Epazoyucan (1539). Capilla abierta y fachada del templo

La sobriedad de la fachada de la iglesia de San Andrés en Epazoyucan, Hidalgo, tiene varios puntos en común con la de Zempoala y otras de la región: sobriedad e influencia renacentista. No obstante, tiene algunos puntos en contacto con las fachadas al sur de la ciudad de México, en tierra caliente, particular es su eclecticismo estético y muy destacadamente el triángulo equilátero que culmina la decoración del primer y único cuerpo de la fachada. En muchos de los templos sureños encontramos este triángulo que remarca el sentido de grandeza y monumentalidad; además, permite prolongar el primer cuerpo de la fachada y excusa construir un segundo cuerpo. La puerta del templo de Epazoyucan está enmarcada por un arco de medio punto de fina manofactura; custodian a este arco dos pares de columnas adosadas al muro sin un estilo definido pero con clara reminicencias del orden toscano y estriadas de forma oblicua que recuerdan las columnas salomónicas. Estas 4 columnas simulan sostener la cornisa que está compuesta de dos secciones, equivalentes al arquitrabe y al friso, ambos espacios rectangulares se ecuentran excentos de decoración y quizá se pensó en algún momento decorarlos con grutescos u otros elementos florales que nunca llegaron a colocarse. Obsérvese cómo los frisos de Tlayacapan, Yecapixtla, Ixmiquilpan, Actopan y Acolman, por sólo mencionar estos, se encuentran decorados con temas florales y grutescos; no así el de Totolapan. A la izquierda de la fachada se adosó la torre del campanario, y aunque es evidente que no formaba parte del programa original de la construcción, logra integrarse con armonía; otro tanto podemos decir de la capilla abierta que se encuentra al frente de la torre.

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Tlayacapan (1554). Fachada, portal del convento a la izquierda y contramuralla a la derecha.

Aquí podemos ver la fachada del templo de Tlayacapan, muy sobrio, como todos los del sur pero impresionante por sus dimensiones. Semioculto, se ve a su izquierda la arquería del portal del convento. El conjunto tiene dos elementos arquitectónicos muy originales, que lo hacen diferente: Uno, la capilla abierta queda incluida en el conjunto de la arquería del portal; Dos, el conjunto conventual queda a la izquierda del que mira, mientras que todos los otros que he comentado arriba se encuentran a la derecha. Otro elemento original son los contrafuertes de la iglesia: son tan anchos como una contramuralla perpendicular al muro que sostiene. En esta foto se puede ver buena parte de el primero, a la derecha.

Acolman (1539). Fachada del templo, capilla abierta y portal del convento

Sin lugar a dudas el convento de Acolma es la más importante obra representativa del arte plateresco en América. Excesivo y sobrio a la vez es este convento, uno de los monasterios agustinos más rico y mejor conservado que existe en nuestro país. Su fachada plateresca casi raya en el exceso barroco. Es uno de los conjuntos más llamativos del estado de México por su tamaño y diseño arquitectónico. Fue construido por los frailes agustinos entre 1539 y 1560 siguiendo el estilo de fortaleza tan característico del siglo XVI. Su fachada, al fondo de un gran atrio cuadrangular, se compone de la portada del templo rematada por una modesta espadaña, comparada con la de siete arcos de Metztitlán, y una capilla abierta anexa y la portería del convento. La portada constituye uno de los ejemplos más admirables de la arquitectura plateresca de la época, por la belleza tanto de sus columnas y de los detalles decorativos en el friso y en el arco de la puerta, como de las esculturas que r

Metztitlán (1577). Primer cuerpo, ventana del coro y espadaña

La perfecta armonía entre el plateresco y el renacimiento se concretizan en esta fachada. Sobriedad renacentista, representada en el primer cuerpo de la fachada (que reproduce el esquema de una puerta romana) y grácil pasamanería del decorado de las jambas. La grandeza y sobriedad de la construcción no hay que exaltarla, por sí misma se destaca. Un guiño del renacimiento al plateresco representa ese listón anudado al centro de las cuatro sobrias columnas renacentistas, que enmarcan los nichos de San Pedro y San Pablo. La influencia de Acolman en esta fachada es evidente, pero como creación artística original, anda por su propio camino: lo que es exceso plateresco en el convento del Estado de México, aquí es equilibrio y contención. Pero el niño Dios y los ángeles músicos que le custodian tienen un claro antecedente en Acolman. No hay dudas que los constructores de uno y otro son los mismos, sin embargo, el trabajo en el Estado de México es una asimilación de la técnica europea (el ant